Colombia
Un sorbo de café
Este verano hemos tenido la oportunidad de viajar a Colombia y conocer una parte del ambiente mountain biker del país. Los colombianos aman el ciclismo en todas sus expresiones, se lo pasan bien sea cual sea su nivel y se respetan entre ellos y se ‘pican’ tanto o más que nosotros. Bicicletear por Colombia es una experiencia muy recomendable si entiendes que por ciudad y carretera has de pedalear todavía más a la ‘defensiva’ que en España
En Welcome, el concept store de Specialized en la ciudad de Ibagué compramos una bici de segunda mano (Trek 3500) con el compromiso de recompra a los 15 días y con la que iniciamos nuestra aventura colombiana. La primera semana alternamos las salidas btt por los alrededores de Ibagué con el trabajo. La costumbre de los bikers de la ciudad es salir muy pronto por la mañana (se queda entre seis y siete de la mañana y se regresa entre dos y cuatro horas más tarde) o a partir de las siete de la tarde para las ‘nocturnas’. Una ruta típica es la de los Llanos del Combeima y el ‘aparco’. Los campesinos utilizan unos machetes o ‘peinillas’ de tamaño impresionante; el primer día que me encontré con uno de ellos me tranquilizó la idea de que no podía venir a robarme con aquella especie de sable. En esta zona empecé a dudar de mi vista, no sabía si los animales que veía eran vacas o búfalas.
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Las ‘nocturnas’ son espectaculares. En la tienda Welcome, la cita nocturna de las mujeres es el miércoles. Se apuntan unas cuarenta personas entre mujeres y acompañantes. El recorrido está pensado para ellas y es un lujo ver tanta ciclista, perfectamente equipada, pedaleando a buen ritmo. La salida nocturna por excelencia es la de los jueves, en la que fácilmente se congregan ciento cuarenta ciclistas, en donde, igual que en España, todo el mundo dice que sale a pasear y a charlar con los amigos pero donde los ‘piques’ son la norma. Una ruta típica es subir a la Martinica (1.350 m) para contemplar la ciudad. Si sigues esta ruta, y vas sólo, es conveniente que al llegar a la carretera hacia Armenia y Cajamarca regreses a la ciudad por esta vía porque se cruza el barrio del ‘Refugio’ considerado de alto riesgo delincuencial.
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Ahora bien, el mejor ambiente ciclista se da los fines de semana en la subida a la sierra. Es una auténtica fiesta espontánea, con ciclistas de todos los niveles, con una alta proporción de mujeres, preferentemente bien equipados, donde se van imponiendo las 29. Se acostumbra a quedar en alguna esquina de la ‘quinta’ o en la plaza Bolívar, el centro de la ciudad. En función de su nivel, los betetistas almuerzan en Llanitos, Pastales, Villa Restrepo o Juntas. En Colombia es costumbre desayunar caldo de costilla o de palomilla (testículos de toro), ‘arepas’ (tortas de maíz) con arroz y algo de pollo o carne. Otro desayuno típico es el ‘tamal’, en la que la hoja de plátano envuelve maíz, pollo, frijoles y verdura. Puedes beber ‘jugo’ de naranja, lulo, mora, guayaba, maracuyá o alguna de sus combinaciones. Altamente recomendable es el ‘agua de panela’ con quesillo. La sociedad en general, y los ciclistas en particular, beben menos alcohol en las comidas que nosotros. Es bien difícil encontrar un buen café porque preparan los ‘tintos’ filtrando el café y se sirven en vasos grandes. Puedes comprar queso campesino para redondear la fiesta culinaria.
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Hasta la aldea de Juntas la carretera está pavimentada (con multitud de ‘huecos’) y la ruta está jalonada de puestos de vendedores ambulantes, merenderos y pequeñas explotaciones de plátanos, naranjas y maracuyá. Después de Juntas la pista es ‘destapada’ y ya sólo encontraremos bikers de verdad. La pista sigue subiendo y deja a la izquierda el pequeño teleférico que cruza el barranco del rio Combeima, único acceso al hotel Riviera. La vegetación es exuberante y, para mí, absolutamente desconocida, sólo identifico los eucaliptos que se plantan para ser utilizados como postes en los vallados de alambre de espino. La pista acaba en la finca del Silencio donde puedes descansar, comer algo y volver por el mismo camino. Otra opción es pedir que te guarden la bici (una propina de 1000 pesos colombianos será suficiente) y caminar 45 minutos hasta los ‘termales’ del Rancho, una rústica instalación de aguas termales a 2.700 m de altura (4.000 pesos).
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De las maravillas naturales de Colombia la que queda relativamente cerca de Ibagué es el ‘eje cafetero’ por lo que cargamos la bicicleta en un autobús y nos dirigimos hacía allí. Están construyendo puentes y túneles por lo que cuando la acaben esta carretera endemoniada será irreconocible. Ahora se han de superar la ‘línea’ de los Andes a 4.800 m en medio de la niebla tráfico de camiones y autobuses, vendedores ambulantes y agentes de tráfico que a cambio de una propina paran la circulación de bajada para que las ‘tractomulas’ (los camiones articulados para los contenedores) puedan trazar la curva más amplia en su camino de subida. No hace falta decir, que es una carretera desaconsejable para los ciclistas. La doble raya continua parece indicar a los camiones y autobuses que adelanten y que se puede cortar al tráfico varias veces en un día por deslizamientos de tierras o accidentes. De esta forma llegamos a Armenia donde cambiamos de autobús y por una vía más normalizada al pueblo de Salento.
La ruta que os proponemos por Salento es una propuesta tranquila que desciende entre plantaciones café, remonta hasta la carretera, va a visitar el Puente de la Expansión y que vuelve a Salento por carretera. También nos sirvió para descubrir que el tren había unido las ciudades de Armenia con Pereira y que el trazado de la antigua vía de tren es transitable en bicicleta.
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Desde Salento (2.000 m) emprendimos un viaje inolvidable de dos días para volver a Ibagué. Nadie te recomendará pedalear solo por Colombia, al final, no sabes si es una ‘paranoia’ de seguridad o si realmente la delincuencia común podría actuar en estas montañas. Nuestra sensación fue de absoluta seguridad si bien en esta zona había actuado la ‘guerrilla’ hasta hace pocos años. El primer día remontamos hasta 3.440 metros por un valle básicamente ganadero para superar la ‘línea’ de los Andes. La pista en buen estado remonta suavemente con las típicas lazadas durante 21 km continuados. Durante parte de la ruta se puede apreciar el Nevado del Tolima (5.220 m), el segundo volcán más alto de Colombia. En lo alto del puerto la temperatura sigue siendo primaveral y solo es necesario el forro polar si las nubes tapan el sol. Iniciamos el descenso y pocos kilómetros después empieza el bosque de ‘palmas de cera’ más importante de Colombia. La palma de cera es el árbol nacional de Colombia. Aunque el que se visita es el parque del Cócora, éste es mucho más extenso y, en algunas zonas, las palmas se agrupan en auténticos bosques. En este valle, Humboldt describió las palmas de coca. El medio de transporte del campesino es el caballo (y alguna moto de pequeña cilindrada) y el uniforme típico es el sombrero (o gorra de beisbol), machete de dimensión descomunal (al que llaman ‘peinilla’ porque sirve para peinar el bosque) y botas de caucho.
Seguimos bajando hasta que las palmas dan paso primero a las explotaciones ganaderas y después a las agrícolas y llegamos a Toche (2.000 m) después de unos 55 km de ensueño. Este tramo discurre íntegramente por el antiguo camino nacional. Toche es una ‘vereda’ (aldea) con un una tienda que hace de restaurante básico en la que nos dieron cobijo. Desde Toche iniciamos la remontada al volcán Machín, el que tiene más riesgo de erupción de Colombia, constantemente monitorizado. Una vez alcanzada la altura la pista serpentea entre pequeñas parcelas campesinas hasta llegar a la ‘vereda’ de Tapies donde puedes comer y beber. Una remontada hasta un pequeño puerto y seguimos la pista principal, en tendencia bajada hasta que al llegar a una nueva aldea un descenso franco atravesando un túnel de origen ferroviario hasta la carretera de Armenia en las afueras de Ibagué. Estos xx km nos han adentrado en la Colombia profunda, campesina y en desarrollo. La ruta en sentido inverso tiene el encanto de acabar en Salento tras 21 km de bajada continuada. Nuestro viaje había acabado, sólo nos quedó revender la bicicleta, comentar la experiencia con los habituales de la tienda y volver a la realidad del aeropuerto.
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Por último este track es una propuesta treking para subir al páramo y visitar los célebres frailejones (la espeletia), una planta de tronco grueso que se da en Colombia y Ecuador, adaptada a los Andes.
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Curioseando …
Colombia tiene aproximadamente la misma población que España, el doble de extensión y la mitad de producto Interior Bruto (PIB). La moneda es el peso colombiano y el cambio es un poco menos de 2.500 pesos colombianos por un euro. Puedes usar la tarjeta de crédito y de débito españolas en la mayoría de comercios y hacer reintegros en los cajeros. Trek, Specialized y Giant están buen representadas. Una tienda de ropa colombiana de buena calidad es Arturo Calle. Bogotá es una cosmopolis de crecimiento desorganizado que alcanza los 8.500.000 habitantes y que los domingos transforma en ciclovías una parte de los carriles reservados a autobuses.
Ibague (1.200 m) es una ciudad que tiene censados unos 600.000 habitantes y en la que se calcula que viven unas 900.000 personas. Está a unos 140 km de Bogotá a unos 1.200 m sobre el nivel del mar. El clima es permanentemente primaveral con una temporada de lluvias en abril. Tiene varias tiendas de bicicletas y dos conscepts stores, uno de Trek y otro de Specialized.
Salento (2.000 m) es un pueblo que conserva el encanto de los años cincuenta. Los taxis son Willis como los de la segunda guerra mundial que los plantadores de café compraron en abundancia. Las casas de la plaza y la calle mayor son de colores con un aire entre colonial y años cincuenta. Abunda el turismo ‘mochilero’ y el local. Puedes visitar alguna de las plantaciones de café, el valle del Cocora y darte una vuelta en bici por los alrededores.
La palma de cera es una de las plantas que ha dado a conocer a Colombia en el exterior, siendo publicitada, por ejemplo, en las descripciones de los viajeros que visitaron Colombia en el siglo XIX, incluyendo el famoso barón Alexander von Humboldt. Estos viajeros se mostraban admirados por la abundancia y majestuosidad de las palmas de cera, especialmente comunes en la región del Quindío. Y con toda razón, pues la palma de cera es muy notable desde varios puntos de vista. Por un lado está su gran altura; normalmente una palma de cera adulta alcanza unos 40 metros de altura, pero se sabe de ejemplares excepcionales de hasta 50 o 60 metros. Esto la convierte en la especie de palmera más alta del mundo. Por otro lado, a diferencia de la mayor parte de las palmeras, la palma de cera no tiene su hogar en las llanuras de clima caliente y en la base de las montañas. Es una de las pocas especies que se aventuran por la alta montaña, donde llega a alcanzar los 3.200 metros sobre el nivel del mar…lo cual es otro record en el mundo de las palmeras. Debido a estas características tan especiales, la palma de cera ha sido declarada árbol nacional de Colombia.